“No hay alternativa”. Son palabras de Jose Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, quien ha manifestado que Grecia deberá aceptar el plan de austeridad que le ha propuesto la Unión Europea (UE). Descenso de los sueldos y las pensiones, subidas de impuestos, despidos de funcionarios y un exigente programa de privatizaciones son los puntos principales de este plan. Más de la mitad de la población se opone a estas medidas, según las encuestas.
Además, los responsables de finanzas de los países miembros exigen que el país heleno acepte los recortes como condición para desembolsar el último tramo del rescate financiero, establecido en un plan de urgencia aprobado en 2010. Su objetivo era evitar una hecatombe económica, y ha terminado por convertirse en una imposición, sobre la que ni el gobierno griego ni sus ciudadanos parecen tener capacidad de decisión. Recortes o desastre económico. Esas son las únicas opciones entre las que el ejecutivo griego pude elegir.