jueves, 27 de enero de 2011

Cómodos en el anonimato.




Las fuentes anónimas, parte fundamental del periodismo de investigación, proliferan en los medios de comunicación. Del mantenimiento de su anonimato depende la publicación de asuntos de interés público que poderosos grupos pretenden mantener ocultos. Su aparición generalizada y no siempre necesaria provoca una pérdida de confianza en los lectores que ningún periodista puede permitirse.

La tendencia actual al uso generalizado de fuentes anónimas puede verse en informaciones de todo tipo. Con frecuencia aparecen  frases como “según los expertos”, “según los analistas” o “según las encuestas”. Son informadores sin identificar y que deberían estarlo. Expertos y analistas son personas con capacidad para responder sobre lo que dicen y las encuestas disponen de un trabajo de campo que respalda sus conclusiones. No existe una razón de peso para no decir la procedencia de estas citas.  El hecho de no incluirlas en los textos periodísticos merma la capacidad del lector para conocer los temas en profundidad.


Los medios parecen tenerlo claro. El libro de estilo de El País especifica  que se respetará el anonimato cuando la fuente lo exija, pero se hará constar la razón y se ofrecerán datos que ayuden a perfilar la fuente. La agencia mundial de noticias Associated Press acepta las fuentes anónimas pero obliga a sus reporteros a explicar en sus artículos porqué se pidió la confidencialidad. Nada de esto suele aparecer  tras coletillas como “según los expertos”. A la hora de editar y publicar son habituales las noticias sin firmar, las fuentes sin identificar y la ausencia de referencias a los motivos que provocan la reserva de identidad de la fuente. Más allá de sus manuales de uso, los medios utilizan prácticas que contribuyen al secretismo de las fuentes y a la incertidumbre del lector. Carlos Jijón, periodista del periódico ecuatoriano Diario Hoy, defiende las fuentes anónimas como guías dentro de la investigación periodística y que estas sólo deben publicarse siempre que la información pueda ser  contrastada con informaciones públicas y no reservadas. La intención de los organismos institucionales de controlar la información impide esa contrastación, generando una clase política que tiende a la opacidad. La falta de transparencia que esto provoca en las crónicas y trabajos de investigación disminuye la confianza del lector. Publicar una noticia sin sus fuentes detalladas de forma clara puede suponer que no esté elaborada en condiciones para que los lectores obtengan un conocimiento óptimo sobre el asunto tratado. Sin embargo, el Libro de Estilo de El País estipula que el derecho a la información es, sobre todo, del lector, no del periodista.  La publicación de este tipo de fuentes merma la capacidad informativa de los receptores a los que se priva de la procedencia, anteponiendo los usos del periodista  a los derechos del lector por recibir información de calidad.

La necesidad de los medios de identificar sus fuentes podría ser especialmente relevante en los medios digitales. Jeff Jarvis, director del programa de periodismo interactivo de la Universidad de la  Ciudad de Nueva York, defiende que los periódicos de los años venideros dependerán del enlace. “Necesitarán agregar y que les agreguen”. Lo que no aparece no puede enlazarse. La dificultad del lector para profundizar en los temas se hace patente. Su intención de acudir a otros registros web que le ofrezcan mejores posibilidades para informarse crece. La lucha por hacer constar la documentación y los informadores de una noticia se convierte en algo esencial en la lucha por mantener lectores. Ofrecer en un solo click todos los datos relativos a un producto periodístico es esencial para el periodismo digital según Jarvis. Existe el riesgo de que  productos de un medio utilizados por otro aparezcan bajo la cita “según informan los medios”. La pérdida de lectores que acudirían a recibir la información de primera mano sería notable. Las fuentes anónimas imprescindibles para el periodismo de investigación se convertirán siguiendo a Jarvis en enemigos potenciales del medio en red.

Esta cuestión abre un debate en el periodismo actual. Primar al lector y darle motivos para confiar en aquello que se publica en los medios o aumentar el uso incorrecto de fuentes anónimas minando la confianza del receptor y esperar que no se conviertan en un lastre para el periodismo digital.

2 comentarios:

Carlos Jijón dijo...

Me parece que la cita que hace de mi texto no es completa. Yo no soy partidario de las fuentes anónimas. Creo que solo pueden servir como parte de una investigación, y que esta no puede publicarse si nadie reconfirma de manera pública lo que se conoció inicialmente de manera anónima.

Carlos Jijón, Diario HOY, Quito, Ecuador.

Anónimo dijo...

Quiero hacer un escrache anónimo: Lamentablemente, ya entrado el siglo XXI, hace tan sólo un día, el Dr. Omar Barbero(abogado y ex juez) de la ciudad de Rosario, manifestó ante un gran auditorio, en el marco del Congreso de Derecho Civil celebrado en la sede de Rosario de la Universidad Abierta Interamericana, textualmente lo siguiente "Son más enfermos los legisladores que sancionaron la ley 26.618 que los propios homosexuales", comentarios cargados de odio y discriminación como el que antecede son propios de la Alemania Nazi y merecen el máximo repudio por parte de la sociedad toda.

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