domingo, 1 de mayo de 2011

La moneda, más libre que las personas


El trasvase de personas provocado por las revueltas en el norte de África ha sido calificado como “crisis migratoria”. Sin embargo, Europa es uno de los continentes que menos refugiados recibe. África y Oriente Próximo acogen a 5  por cada 2 que acoge Europa, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Francia e Italia no quieren acoger a los tunecinos que huyen de la inestabilidad y la represión. Se les considera inmigrantes y se les trata como invasores, cuando en realidad son refugiados. Los cimientos de la Unión Europea podrían verse modificados como consecuencia de las revueltas en el norte de África.

Los gobiernos de Francia e Italia han realizado una propuesta para modificar el Tratado Schengen. Este establece la libre circulación de personas, en el espacio formado por los países firmantes. El pasado 24 de abril el gobierno francés decidió suspender la circulación de trenes que llegaban a su país desde la localidad italiana de Ventimiglia. “Hay una primera regla que prevalece en el acuerdo de Schengen, y es que el primer país de entrada es el que gestiona la población inmigrante”, explicaba Claude Guéant, Ministro francés de Interior.
Italia concedió permisos de residencia, con duración de 6 meses a más de 20.000 tunecinos. Las autoridades francesas trataban de impedir su llegada por ferrocarril. Esta decisión supone una violación del Acuerdo Schengen, firmado por 22 países de la Unión Europea, Suiza, Noruega e Islandia. Además atenta contra la libre circulación de personas, que junto con la  libre circulación de capitales, de bienes y de servicios, forman las cuatro libertades fundamentales de la Unión Europea.
Los mismos dirigentes europeos que se oponen a la llegada de refugiados africanos, acogen los capitales que llegan de sus países de origen. No importa si dictadores como Gadafi obtienen ese dinero expoliando a su pueblo. TAMOIL, cadena de tres refinerías  afincadas en Alemania, Suiza e Italia, es propiedad del clan Gadafi. Con sus más de 2000 gasolineras, permite al dictador libio dar salida internacional a los recursos petroleros del país. Se impide a miles de personas que traten de alcanzar una vida mejor en Estados que albergan las fortunas que sus gobernantes han acumulado durante años gracias a sus recursos y su trabajo.
Se necesitan más medios para acoger a un elevado número de personas, que además carecen de recursos. Una mínima parte de la cantidad empleada en sufragar los rescates financieros de Grecia, Irlanda o Portugal sería más que suficiente. Pero no existe la misma voluntad política, ni la misma cantidad de fondos para la Unión Europea económica que para la social. Unas pocas entidades financieras internacionales, que han arruinado la economía de millones de personas, han obtenido fondos europeos y cuentan con el visto bueno de las instituciones políticas. La libertad de capitales, servicios y bienes apenas se ha visto debilitada. Veinte mil tunecinos, que salen de su país por obligación, son rechazados. Los líderes de los países miembros tienen problemas para decidir quién debe atender sus necesidades y la libre circulación de personas se pone en entredicho.
La Comisión Europea ha reaccionado ante la petición de Italia y Francia. Ha explicado que planteará algunas ideas con respecto a la libre circulación de personas, pero que no supondrán un cambio significativo. "Nos damos cuenta tras varios años con Schengen de quelos textos deben evolucionar, porque las situaciones evolucionan. Pero no es una revolución, se trata de aportar más claridad a lo que ya está en vigor" ha declarado Patrizio Fiorilli, portavoz de la UE. Además han apelado al principio de solidaridad entre los 27 miembros y con respecto a los  no europeos que piden asilo. Sin embargo, su primera intención es la de reforzar y dotar de más recursos a la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores (FRONTEX).
Están más preocupados por impedir la entrada de nuevos refugiados, que por  la necesidad de regularizar la situación de los que ya se encuentran dentro de las fronteras europeas. ¿Ocurriría lo mismo con los capitales que llegan del extranjero?

Javier Fernández Díaz
Periodista

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